Revisando parte del material del que dispongo, he encontrado adaptaciones de cuentos y fábulas publicadas en la revista Maestra de Infantil, de la editorial EDIBA.
Hoy os traigo la fábula de la paloma y la hormiga, de Esopo. Se trata de una adaptación publicada, en este caso, en la revista Maestra de Primaria N.º 112, del mes de marzo de 2014.
Hoy os traigo la fábula de la paloma y la hormiga, de Esopo. Se trata de una adaptación publicada, en este caso, en la revista Maestra de Primaria N.º 112, del mes de marzo de 2014.
Espero que la utilicéis y encontréis en ella un recurso más para trabajar los valores en el aula.
La paloma y la hormiga
Cada día, la hormiga se levantaba muy
temprano para ir a trabajar y, después de una extensa jornada, regresaba al
hormiguero.
El camino que recorría era tan extenso que,
en varias ocasiones, aprovechaba su paso por la vereda del arroyo para
detenerse y calmar su sed.
Para una hormiguita tan chiquita, bajar hasta
la orilla no era una cuestión sencilla. Las rocas, para ella, eran gigantescas montañas
a escalar y la tierra mojada se volvía demasiado resbaladiza.
El pequeño insecto era muy cuidadoso, pero
así y todo un día tropezó con una piedrecita, que la hizo rodar por la hierba y
caer al agua.
El agua estaba muy fría y, arrastrada por la
fuerte corriente, la hormiga corría peligro de ahogarse.
Primero intentó nadar, pero como nunca había
aprendido no sabía hacerlo. Después trató de sujetarse a alguna roca, pero la fuerza
del agua no se lo permitió y volvió a arrastrarla. La hormiga comprendió en ese
momento que cada vez estaba más lejos de la orilla y que solo se salvaría si
encontraba quién la auxiliara. Por eso, con la poca fuerza que le quedaba,
comenzó a gritar:
– ¡Socorro! ¡Esto es una emergencia! ¡Qué
alguien me rescate, no sé nadar!
Por suerte, una paloma que lo había visto
todo, alertada por los gritos, voló en su ayuda.
Mientras volaba, la paloma pensaba en cómo
podía ayudar a la pobre hormiga que se encontraba en peligro:
- Si la agarro con mis patas, puedo herirla,
y si me acerco demasiado al agua, mis plumas van a mojarse –decía en voz alta.
Por suerte, después de unos segundos, se le
ocurrió una fabulosa idea: voló hasta un árbol cercano, arrancó una hoja con su
pico y se la arrojó a la hormiga:
– ¡Sujétate a esta hoja! –le gritó–. ¡Así
podrás estar a salvo!
La hormiguita obedeció, se agarró bien fuerte
de la hoja y se dejó llevar por la corriente, hasta que finalmente llegó a la
orilla.
Una vez a salvo, la hormiga sacudió sus
patas, se secó el cuerpo al sol y le agradeció a la paloma su inmensa ayuda.
– ¡Si la vida me da la oportunidad, voy a
devolverte el favor! –le dijo agradecida–.
Aunque siendo tan pequeña no sabría cómo puedo
serte útil.
La paloma, feliz, le respondió con gran
sabiduría:
–Todos podemos ayudar a los demás. Solo
necesitamos tener ganas de hacerlo y un corazón solidario. Recuerda siempre
que, aun siendo pequeño, puedes hacer cosas grandes por los demás.
Los dos animales se despidieron y prometieron
volverse a ver.
Un tiempo después, la paloma se encontró en
una difícil situación. Mientras buscaba comida, cayó en la trampa de un malvado
cazador.
– ¡Te tengo! –gritó el hombre, mientras
cerraba la jaula. La paloma se sintió perdida, ya que por más esfuerzo que
hiciera no podría liberarse por sí misma de esas rejas.
– ¡Si esa hormiga me viera, seguramente
podría ayudarme! –pensó.
Lo que la paloma no sabía era que la hormiga,
como todos los días, caminaba para volver de su trabajo al hormiguero y que, al
escuchar el grito del cazador, desvió su camino y pudo ver lo que estaba
ocurriendo.
– ¡No temas! ¡Yo voy a ayudarte! –dijo la
hormiga, aunque la paloma no pudo escucharla.
La hormiga recordó las palabras de la paloma
y, aprovechándose de su diminuto tamaño, se fue escondiendo entre la hierba hasta
que llegó a los pies del cazador.
La misión era muy difícil, ya que de un solo
pisotón podría matarla, pero con una gran valentía la hormiga subió por el
zapato y cuando llegó al empeine le picó con todas sus fuerzas.
– ¡Ayyyyyyyyyyyyyy! –gritó el hombre. El
cazador soltó la jaula para agarrarse su pie dolorido y la paloma aprovechó
para liberarse y levantar el vuelo.
Así, la hormiga pudo devolverle el favor a su
amiga y los dos animales se volvieron muy buenos amigos. Amigos de esos que están
en las buenas y en las malas.
FIN
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