Os traigo un cuento primaveral que fue publicado en la revista Maestra de Infantilnº 78 de marzo de 2010, y cuya autora es Mónica Tirabasso. Al final os dejo el pdf con el texto para que podáis imprimirlo, así como varios dibujos para colorear y que se pueden asociar a este cuento.
POMPI, LA ABEJITA HARAGANA
Otro
día comenzaba. Los primeros rayitos de sol dejaban ver los hermosos colores de
Las
flores que cubrían, como una alfombra, toda la pradera y, poco a poco, el canto
de los pajaritos madrugadores se sumaba al murmullo del arroyo.
Desde
el viejo tronco caído las abejas laboriosas salían todas juntas zumbando
entusiasmadas.
Empezaban
otro día de trabajo y eso era bueno… ¡muy bueno! Porque cuantas más flores
visitaran, más miel podrían fabricar para dar de comer a su gran familia.
Pero,
como todas las mañanas, Pompi no tenía ganas de trabajar y era la última en
salir de la colmena.
—
¡Otra vez tengo que salir a buscar polen! ¿Por qué no seré una mariposa? Ellas
pueden pasear entre las flores y yo tengo que ir y venir de la pradera a la
colmena todo el día…— rezongaba la abejita.
Después
de hacer dos viajes, Pompi se recostó en una flor. ¡Se sentía tan cansada…!
—
¿Quién se va a dar cuenta de que no estoy trabajando? —pensó, y se escondió
entre los pétalos mirando el cielo azul y soñando con ser una mariposa con alas
grandes y hermosas.
De
pronto se despertó. El cielo ya no era azul, sino negro… muy negro y lleno de
pequeñas lucecitas. Era de noche y las abejas, a esa hora, ya estaban todas en
la colmena durmiendo. Se escuchaban sonidos extraños y Pompi sintió miedo.
—
¿Cómo volveré a mi colmena? De noche, no conozco el camino… —dijo la abejita,
llorando.
Una
mariposa nocturna que pasaba por ahí la escuchó.
—
¿Por qué lloras, abejita? ¿Qué haces tan tarde trabajando? —le preguntó.
—No
estoy trabajando… me quedé dormida mientras soñaba que era una mariposa… y
ahora no sé qué hacer… —se lamentó Pompi.
—
¿De verdad quisieras ser mariposa? A mí me gustan las abejas porque forman una
gran familia y entre todas se ayudan y se protegen. No te preocupes, yo te
ayudaré a regresar a tu colmena, no te muevas de esta flor —dijo la mariposa, y
salió volando.
Al
poco tiempo, la abejita vio cómo un camino de lucecitas se dibujaba en la oscuridad
de la noche. Parecían estrellitas, pero eran… ¡luciérnagas! Muchas, muchísimas
luciérnagas que seguían a la mariposa nocturna.
—Vamos,
abejita —dijo la mariposa— sigue este caminito iluminado y llegarás a tu casa.
Pompi
salió volando de la flor y saludando a cada una de las luciérnagas que le
indicaban el camino.
Por
fin llegó al viejo tronco caído y, con asombro, vio a toda su familia
esperándola. Aunque era de noche, los zumbidos de alegría se escucharon desde
muy lejos. A la mañana siguiente, Pompi fue la primera en levantarse para ir a
trabajar a la pradera, feliz de ser una abejita laboriosa.
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