Hace unos días os hablé de las características y beneficios que tiene el yoga si lo realizamos con niños. Pues hoy os traigo para imprimir un cuento cuya autora es Cayetana Rodera e ilustradora María Paseli con el que poder desarrollar una sesión de yoga con los más pequeños. El cuento podéis encontrarlo al final de la entrada y en él también encontraréis la siguiente ilustración con la que guiaros a la hora de realizar los ejercicios. Recordad que toda sesión de yoga ha de tener:
Había una vez un árbol grande, fuerte y robusto
con unas ramas muy largas que iban creciendo hacia el cielo. En él vivía
una lechuza que dormía durante el día y estaba despierta durante la noche.
También vivía en la otra punta del árbol una mariposa preciosa con dos
antenitas y alas enormes.
- Ejecución de las posturas del yoga seleccionada.
- Unos minutos de práctica de ejercicios de control respiratorio.
- Práctica de la relajación durante unos 4-5 minutos.
La lechuza y la mariposa

Pero ninguna de las dos sabía que tenían una
amiga en el mismo árbol. Por lo tanto las dos pensaban que se encontraban
solas, y estaban tristes.
La lechuza tenía algunos amigos que la visitaban
por la noche: la serpiente, el gato y la rana. Y la mariposa tenía otros
amigos que la visitaban durante el día: el cisne, el perro y la lagartija.
Mientras tanto el sol y la luna seguían
brillando, día o noche, y eran muy amigos a pesar de salir en
distintos momentos. Demostraban cada día que no podían vivir el uno sin el
otro y de esta manera querían que la lechuza y la mariposa supieran que no
estaban solas. Así un día quedaron en que iban a brillar los dos a la vez,
¡la luna y el sol!
Así hicieron y la mariposa revoloteaba feliz como
todos los días haciendo mucho ruido al mover sus alas de arriba a
abajo sin parar, y sacaba las antenitas para oler las flores a su alrededor. Y
en uno de sus revoloteos la lechuza la escuchó y se puso muy contenta al
ver que otra amiga vivía en su árbol.
Se pasaron el día volando juntas felices y
contándole a todos sus amigos que se habían encontrado.
La luna y el sol les dijeron que aunque vivieran
en distintos momentos, noche o día, sabrían que tenían siempre un amigo
cerca con el que podían contar. De esta manera se despidieron y se desearon las
buenas noches y los buenos días.
Desde ese día la mariposa recogía flores bonitas
y las dejaba en el nido de la lechuza para cuando se despertara, y por su
parte la lechuza le dejaba insectitos que había encontrado durante la noche.
De esta manera, la mariposa y la lechuza
siguieron los consejos de Sol y Luna y empezaron a ser amigos y a sentirse
felices sabiendo que alguien cuidaba de ellos mientras dormían o mientras
estaban despiertos.
Y es por eso que desde entonces, por las noches,
vemos revolotear a las luciérnagas alrededor de la lechuza, y
son también llamadas “mariposas de la noche”.